Presidenta admite lazos, pero insiste en autonomía y dice que hay intolerancia
Jerarcas de Iglesia Católica tuvieron un conflictivo cuatrienio con Óscar Arias
El camino de los obispos hacia la Casa Presidencial está de nuevo habilitado.
Pocos meses del Gobierno de Laura Chinchilla bastaron para remover los escombros dejados por los conflictos que una y otra vez protagonizaron el antecesor Óscar Arias y los jerarcas de la Iglesia.
Ahora hay una relación amistosa, coincidencia de criterios en temas sensibles para la Iglesia e incluso cordialidad cuando la Administración se atreve a fijar posturas discordantes, como en el proyecto de ley para legalizar la fertilización in vitro.
Los protagonistas se apresuran a decir que no es nada nuevo, que la relación es solo de respeto y colaboración, que las críticas por una excesiva cercanía obedecen a la intolerancia, a los prejuicios y a las teorías de la conspiración.
En uno y otro lado, sin embargo, admiten el retorno a un estado de cordialidad que solo se quebró de manera evidente en la Administración pasada, pues los gobernantes anteriores estuvieron siempre atentos para mantener aceitados los canales con la jerarquía de la Iglesia, una institución cuyo desempeño recoge la opinión favorable del 61% de los costarricenses, según la más reciente encuesta de Unimer.
Ya no está el presidente Arias, distanciado con los miembros de la Conferencia Episcopal durante la campaña por el TLC con Estados Unidos, pero también por el proyecto minero Crucitas. De él se recuerdan frases como “es más fácil cambiar los diez mandamientos que modificar el TLC” y “los obispos saben de minería lo que yo sé de astronomía”.
Con Chinchilla es diferente. Aparte de su confesión como católica practicante, la Iglesia es uno de los sectores con los cuales ella se ha propuesto mantener un diálogo fluido.
Desde el principio se evidenció la afinidad. El 8 de febrero, un día después de ganar las elecciones, el obispo Francisco Ulloa la nombró en la basílica de los Ángeles “hija predilecta de la Virgen María”.
“Fue una distinción que monseñor Ulloa quiso hacerle. Fue solo reconocerle una buena relación, aunque no significa que no haya independencia de criterio o autonomía”, manifestó la diputada Viviana Martín, a quien Chinchilla encargó la función de enlace del oficialismo con la Iglesia.
“Mi papel es ser enlace. Estoy lista, pero no ha habido ninguna necesidad. Laura sabe que tengo formación espiritual... no digamos religiosa, porque si hablamos solo de religión... religioso es Osama Bin Laden”, expresó Martín, participante de un grupo de oración habitual pero ajena al Opus Dei o grupos parecidos, según dijo.
Se intentó entrevistar a monseñor Rafael Quirós, encargado de estos temas en la Conferencia Episcopal, pero tras varias gestiones solo fue posible obtener respuestas de manera escrita.
Con Chinchilla “se está poniendo en práctica lo que es normal en las relaciones entre la Iglesia y los gobiernos, donde se valora a la Iglesia como una institución sujeto de diálogo y con total disposición a dar su aporte en la construcción del bien común”, contestó Quirós.
Otro estilo. Lo secundó el presbítero y comunicador Glen Gómez, director de un centro de estudios llamado Instituto de Pastoral Sociopolítica, adscrito a la Iglesia.
“Con el gobierno pasado era obvio que con los temas de iluminación ética identificados como políticos había una pared de choque con las tesis del doctor Arias. El estilo de doña Laura no es el de descalificar a la Iglesia, como sí lo era el del doctor Arias”.
Las circunstancias, además, han sido diferentes. Desde antes de asumir el poder, Chinchilla manifestó su oposición a un proyecto para eliminar de la Constitución el carácter religioso del Estado.
Después a la presidenta Chinchilla le correspondió coincidir con el debate sobre un posible referendo sobre uniones civiles homosexuales y otros temas delicados para la moral cristiana, como la investigación médica en humanos y el aborto.
La ministra de Salud, María Luisa Ávila, cuyas opiniones en varios de estos temas difieren de la Iglesia y de la Presidenta, descartó haber notado presión alguna en su gestión.
También está la fertilización in vitro, pero este tema más bien le sirvió a la mandataria para mostrar autonomía, pues este jueves el Gobierno presentó un proyecto de ley que pretende legalizar la actividad pero con ciertas condiciones.
“En in vitro no hay coincidencia. Un gobernante tiene que garantizar la protección de los intereses del Estado y aquí no queremos exponer al Estado a un juicio internacional”, dijo el viernes Chinchilla ante consulta de La Nación.
“La Iglesia es un referente obligado, como lo son otros sectores. Puesto en agenda, quizá las reuniones no son tan frecuentes o intensas como con otros grupos”, advirtió la Presidenta.
¿Entonces por qué las críticas?, se le consultó.
“Es intolerancia a la forma como ejerzo mi espiritualidad”, contestó más tajantemente Laura Chinchilla.